La exposición del centenario de 1910: la muestra que puso a argentina en los ojos del mundo
Buenos Aires, 1910 – Una celebración que no fue solo una fiesta, sino un manifiesto de poder y progreso.
Se inauguró el 17 de julio de 1910 en los predios del Regimiento 1 de Patricios se alzó la exposición más importante y concurrida de todas, con automóviles europeos (Peugeot, Mercedes-Benz e Isotta, entre otros), yates, embarcaciones deportivas a remo, aeroplanos, locomotoras, carruajes y vagones.
La Exposición del Centenario de 1910 no se anduvo con vueltas. A lo grande, como le gusta a la Argentina, se organizó para mostrarle al mundo el crecimiento y la prosperidad de un país que, a paso firme, estaba dejando de ser una promesa para convertirse en una realidad económica de peso. Con la excusa del centenario de la independencia, el evento se desplegó por varios puntos icónicos de la ciudad de Buenos Aires, como la Sociedad Rural de Palermo y el Parque 3 de Febrero, donde miles de personas pudieron ver de primera mano la fuerza productiva de una nación en ascenso.
La exposición se dividió en varios ejes temáticos, pero el corazón de todo fue, como no podía ser de otra manera, Agricultura y Ganadería. No es ningún secreto que la vaca y el trigo nos habían llevado a donde estábamos: en la cima. Los expositores mostraron con orgullo lo mejor de la producción agropecuaria, con una maquinaria de vanguardia que dejaba en claro que Argentina no solo tenía la tierra, sino también el músculo y la tecnología para ser el «granero del mundo». Este no era un simple desfile de vacas y cosechadoras, era un grito al mundo: «Mirá lo que tenemos y lo que somos capaces de hacer».
Pero la exposición no paraba ahí. El avance industrial también tuvo su lugar, y vaya si lo tuvo. Ferrocarriles y Transportes ocupaban una parte crucial de la muestra, y por una buena razón. El crecimiento del país no se podía entender sin la red ferroviaria que, como venas de acero, conectaban los campos con los puertos, garantizando que todo lo producido llegara al puerto de Buenos Aires para ser exportado al mundo. El Regimiento de Patricios se convirtió en el escenario donde estas maravillas tecnológicas tomaron protagonismo. No es exagerado decir que sin el tren, la Argentina no hubiera llegado tan lejos ni tan rápido.
Ahora, si hablamos de trenes y progreso, tenemos que mencionar el impresionante Pabellón del Ministerio de Obras Públicas, una joya arquitectónica que también dejó boquiabierto a más de uno. Este edificio de planta circular fue diseñado bajo el estilo Liberty, una corriente del Antiacademicismo italiano que, aunque no rompía del todo con la tradición clásica, le daba una vuelta de tuerca que la hacía más moderna y libre. No fue una elección al azar. Argentina quería mostrar que estaba a la vanguardia, y este pabellón, con sus líneas curvas y ornamentos vegetales, simbolizaba el espíritu de innovación que recorría el país.
El estilo Liberty, que por esos años ya estaba pegando fuerte en Europa, era conocido por su uso de la curva como elemento «natural». Los detalles del pabellón, como las figuras femeninas y los motivos vegetales, le daban un toque artístico que lo diferenciaba de la rigidez de las construcciones tradicionales. Para la Argentina de principios del siglo XX, este estilo representaba exactamente lo que se quería transmitir: una nación moderna, con los pies en la tradición pero con la cabeza en el futuro.
Este pabellón no solo fue una maravilla estética, sino que también simbolizaba el poder del Ministerio de Obras Públicas, que por esos años estaba a cargo de transformar la infraestructura del país. Rutas, caminos, puertos y, por supuesto, los trenes, eran la columna vertebral del desarrollo argentino. El pabellón era, en definitiva, una declaración de intenciones: Argentina estaba lista para competir con las grandes potencias mundiales.
La sección de Bellas Artes también jugó un papel importante en la exposición, con obras que mostraban cómo el país no solo crecía económicamente, sino también culturalmente. Artistas nacionales e internacionales exhibieron su talento, mostrando que en el terreno artístico, Argentina también tenía algo que decir. Este intercambio cultural reflejaba la ambición del país de ser no solo una potencia económica, sino también un referente cultural en el mundo.
En resumen, la Exposición del Centenario de 1910 fue mucho más que un evento conmemorativo. Fue una demostración de fuerza, una especie de carta de presentación ante el mundo. La Argentina no solo quería ser vista como un país agrícola, sino también como un actor relevante en los campos de la industria, la infraestructura y las artes. El país había crecido, y lo había hecho a lo grande.
Una muestra internacional: pabellones y visitantes ilustres
La exposición fue un espacio de encuentro para diversas naciones. Se instalaron pabellones de países como Italia, Gran Bretaña, Francia y Alemania, donde se exhibieron tecnologías de última generación, como motores a vapor y eléctricos. Incluso se contó con la extravagante oferta del Kaiser Guillermo II de enviar somalíes para ser exhibidos en el pabellón alemán.
Los hermanos Jorge y Eduardo Newbery organizaron paseos en globos aerostáticos que permitían a los visitantes observar la exposición desde el aire, agregando un toque aventurero y futurista a la experiencia. Además, la exposición atrajo a personajes destacados del mundo cultural y político, como el escritor Rubén Darío, el periodista Jules Huret, y la bailarina Isadora Duncan, entre otros.
Industria y arte: pilares de la modernidad
La sección de Industria se inauguró en septiembre de 1910 en los terrenos del Rosedal de Palermo, y fue una de las muestras más impresionantes, con la exhibición de maquinaria industrial que provenía principalmente de Alemania. Por otro lado, la muestra de Bellas Artes, ubicada en la Plaza San Martín, dentro del Pabellón Argentino reciclado de la Exposición Universal de París de 1889, expuso más de 2.000 obras de arte y fue inaugurada por el intendente Manuel Güiraldes.
Un legado imborrable
La Exposición Internacional del Centenario cerró sus puertas en enero de 1911, después de haber demostrado al mundo la capacidad de Argentina para estar a la vanguardia del progreso. De los 35 pabellones que se construyeron, el Pabellón del Centenario es el único que aún sigue en pie, recordando aquella época dorada de la Argentina. Este evento no solo celebró los logros de los primeros 100 años de la nación, sino que proyectó su mirada hacia el futuro, mostrándose como una potencia emergente en el escenario global.