Palermo Soho. Palermo Viejo. Barrio de Palermo.

De Palermo Viejo a Palermo Soho: la metamorfosis del barrio bohemio

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De Palermo Viejo a Palermo Soho: la metamorfosis del barrio bohemio

En Buenos Aires, los nombres no son meros rótulos sino declaraciones de identidad. Así, lo que alguna vez fue Villa Alvear se convirtió en Palermo Viejo, luego en Palermo Sensible y, con la globalización del marketing inmobiliario, en el tan mentado Palermo Soho. Pero más allá del cambio de nombre, este rincón de la ciudad sigue latiendo con la misma energía que lo vio nacer.

Cómo llego a Plaza Serrano

El alma de Palermo Viejo

Palermo Viejo nunca fue aristocrático. Sus casas no ostentan la pompa afrancesada de Recoleta ni la imponencia de los palacetes de San Telmo. Aquí se impusieron las casas chorizo: ambientes en fila, galerías con glicinas y patios que fueron testigos del mate compartido y de generaciones de familias trabajadoras. Pero lo que ayer fue hogar de obreros y comerciantes, hoy es refugio de diseñadores, artistas y emprendedores que encontraron en estas viejas construcciones la inspiración para sus proyectos.

La bohemia ochentosa y el nacimiento del Soho porteño

Fue en la década de los 80 cuando Palermo Viejo empezó a mutar. Pintores, músicos, arquitectos y escritores se instalaron atraídos por la tranquilidad del barrio, su frondosa arboleda y la cercanía con el centro porteño. Se veían personajes como Julio Bocca desayunando en la vereda con su perro, mientras nuevos bares y tiendas ofrecían un aire descontracturado que pronto evocaría al Soho neoyorkino.

A finales de los 90, el renombramiento a Palermo Soho terminó de consolidar el perfil cultural y comercial del barrio. Sus límites, bien marcados entre Scalabrini Ortiz, Godoy Cruz, Paraguay y Córdoba, albergan hoy una vibrante escena gastronómica, tiendas de diseño y una feria de artesanías que los fines de semana transforma las calles en un desfile de creatividad.

Los íconos de Palermo Viejo

Si hay un epicentro de esta transformación, es sin duda la Plazoleta Julio Cortázar, mejor conocida como Plaza Serrano. Allí, entre las calles Serrano (que luego se convierte en Borges) y Honduras, el barrio late con su ritmo particular. Cafés repletos, cervezas artesanales, músicos callejeros y la inconfundible vibra de un Palermo que, aunque cambie de nombre, sigue siendo el escenario de historias que mezclan la nostalgia con la modernidad.

Porque más allá de la gentrificación y del furor del rebranding, Palermo Soho es, en esencia, Palermo Viejo. Es el eco de Carriego en sus calles, el recuerdo de los amanecidos de la murga, la estampa de un almacén transformado en bar de jazz. Y aunque la casa de Carriego hoy esté tapiada, sus versos siguen flotando en el aire. Porque, al final del día, Palermo sigue siendo esa Buenos Aires que nos duele, nos inspira y nos enamora.