Los Mateos o «placeros» de Palermo.

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Actualmente son alrededor de quince y entre todos ellos existe un ambiente de camaradería muy especial, ya que pasan juntos casi los 365 días del año, por lo que se puede decir que son amigos y lo mismo ocurre con sus caballos. Horario: todos los días del año a partir de las 10 horas. El fin de semana es especial para andar en «mateo». Enamorados, turistas, chicos con sus abuelos, novios y nostálgicos locales o extranjeros son los ocupantes de los tradicionales mateos.

Los típicos «mateos», tal como se los denomina. Salen a recorrer los bosques de Palermo, adornados de flores, campanillas y estrellas. La plazoleta Santa Fe se halla en el centro de la Avenida Santa Fe, entre Plaza Italia y Puente Pacífico.

Estos carruajes están fileteados y almacenan muchos recuerdos; muchos de ellos, dejados por los chicos una vez terminado el paseo. Mamaderas, chupetes, muñequitos, payasos, remeras, dibujos, entre tantos otros más, pasaron con el tiempo a formar parte de los pergaminos propios que tiene cada carruaje.

Hasta las primeras tres décadas del siglo XX se contaban por miles. Y su función podía variar entre llevar desde una estación de trenes a un recién arribado a la Ciudad, con sus sueños y esperanzas intactas, hasta transportar a algún dandy porteño, tanto a la llegada como a la salida de una milonga en Palermo. Es que, desde 1850, las «victorias», tiradas por un solo caballo y a cargo de un cochero, estaban incorporadas al paisaje de Buenos Aires tanto como esa música popular que conocemos como tango.

En 1866 se dictó la ordenanza municipal que regulaba la actividad. El paso del tiempo tornó exóticos sus artículos. El 6° exigía «llevar faroles encendidos en las noches que no fueran de luna llena o en las que ésta no alumbrase». Y el 12°, «el pasajero queda obligado a pagar el precio convenido (…), a menos que el carruaje ofreciera peligro por sus características o por la inhabilidad del conductor».

Se los veía siempre en los alrededores de las plazas más importantes, como Constitución, Miserere, Congreso o de Mayo. Por eso algunos los denominaban «placeros». Pero en 1923 la influencia de una obra de teatro les cambió el nombre para siempre. Significado de «placeros»: antigua denominación del coche de plaza de tracción a sangre.

La obra se estrenó en mayo de ese año en el Teatro Nacional. La había escrito Armando Discépolo (el hermano de Enrique Santos) y contaba algo de la dura vida de don Miguel, un inmigrante italiano que veía cómo la merma en su trabajo complicaba su existencia. Entonces el hombre volcaba sus penurias hablándole a Mateo, el viejo matungo de su carruaje. Fue tanto el impacto popular que tuvo que desde entonces a los carros se los llama mateos.

La prohibición de la tracción a sangre en la Ciudad (sancionada en 1960) también influyó. Sin embargo, hoy todavía hay algunos que se lucen en las dos paradas que mantienen como bastiones de aquel tiempo: frente a la entrada principal del zoológico (en las avenidas Las Heras y Sarmiento) y frente al gran Monumento de los Españoles (avenidas Del Libertador y Sarmiento). Desde allí, frecuentados en forma mayoritaria por los turistas, siguen al trotecito lento por la zona del Rosedal en un paseo con mucha nostalgia para los mayores y mucho asombro para los más chicos, acostumbrados a las velocidades del siglo XXI. Eso sí: en todos los mateos están incluidos los dibujos de los históricos filetes porteños, un arte popular que en su origen tuvo alguna influencia europea pero que es tan argentino como el dulce de leche.

En 1910 llegó a haber casi 4700 mateos pero en el 2008 sólo quedaban ocho. Sólo pueden circular en una zona del barrio de Palermo, ya que una disposición municipal les permite tener sólo dos paradas, una en la Avenida Sarmiento, en su intersección con la Avenida del Libertador y otra en la Avenida Las Heras, frente al Zoológico de Buenos Aires.

Allí se los puede alquilar para hacer paseos turísticos, partiendo desde la Plaza Italia, para internarse en los lagos y bosques de Palermo.

Está todos los días en Avenida del Libertador y Sarmiento, de 11 a 19, salvo cuando llueve y queda «guardado» en el único corralón de la ciudad, en Castillo 1471, Palermo, o algunos los llevan hasta Lacroze en la entrada de la Villa Fraga. En la Buenos Aires de la gomina, un corralón ocupaba una manzana en Constitución y alojaba hasta 100 carruajes y otros tantos caballos.