Sagunto en el Jardín Botánico: Muerte Antes que Rendición
Resumen: Enclavada en el corazón del Jardín Botánico de Buenos Aires, la imponente escultura de Sagunto, obra del catalán Agustín Querol, refleja un acto de resistencia heroica que marcó la historia. Este monumento, que ha sido testigo de múltiples traslados y controversias, hoy se erige como un símbolo de sacrificio en la capital porteña.
En el mismísimo Jardín Botánico, ese pulmón verde que late en el barrio de Palermo, se encuentra una escultura que guarda una historia tan dramática como enigmática. «Sagunto», la obra del escultor catalán Agustín Querol, no es solo una pieza de arte; es un relato de valentía que resuena a través de los siglos.
La historia se remonta al año 219 a.C., cuando la ciudad de Sagunto, aliada de Roma y situada en lo que hoy es el norte de Valencia, fue sitiada por el general cartaginés Aníbal. El sitio, que duró meses, terminó en una derrota que preludió la Segunda Guerra Púnica. Pero lo que marcó la leyenda fue la decisión de sus habitantes de arrojarse al fuego antes que rendirse. Un acto desesperado que quedó inmortalizado en esta escultura que ahora adorna el jardín porteño.
La historia de la caída de Sagunto es una de esas epopeyas que han quedado grabadas en la memoria colectiva, no solo por su importancia en el contexto de las Guerras Púnicas, sino por la valentía y la trágica decisión de sus habitantes. Este relato se sitúa en el año 219 a.C., en la antigua ciudad de Sagunto, una fortaleza situada en lo que hoy conocemos como el norte de Valencia, en la península ibérica.
Sagunto era una ciudad próspera, conocida por su lealtad a Roma. Sin embargo, esta alianza fue la chispa que encendió la llama de un conflicto mayor. Aníbal Barca, el joven y ambicioso general cartaginés, había heredado de su padre, Amílcar Barca, no solo un profundo resentimiento hacia Roma, sino también la determinación de vengar la derrota de Cartago en la Primera Guerra Púnica. Sagunto, a los ojos de Aníbal, era tanto un desafío como una oportunidad estratégica para debilitar a Roma, su enemigo jurado.
El asedio comenzó en la primavera de 219 a.C. Aníbal, con su ejército bien entrenado y disciplinado, rodeó la ciudad, cortando las líneas de suministro y esperando debilitar a sus defensores. Los saguntinos, conscientes de la amenaza, resistieron ferozmente. La ciudad estaba bien fortificada, con gruesas murallas y una población decidida a defender su libertad y su alianza con Roma. Durante meses, los ciudadanos de Sagunto mantuvieron a raya a las fuerzas cartaginesas, rechazando ataques y manteniendo la esperanza de que Roma enviaría refuerzos.
Sin embargo, la ayuda romana nunca llegó. El Senado romano, atrapado en sus propias intrigas políticas y subestimando la amenaza que representaba Aníbal, no envió tropas para socorrer a la ciudad. Con el paso del tiempo, los recursos de Sagunto comenzaron a agotarse. La comida escaseaba, y el hambre y la desesperación se apoderaron de los defensores. Aníbal, implacable, intensificó su asedio, utilizando catapultas y arietes para romper las murallas que, hasta entonces, habían protegido a la ciudad.
Finalmente, las defensas de Sagunto cedieron. Las tropas cartaginesas entraron en la ciudad, y el caos se apoderó de sus calles. La resistencia organizada colapsó, y Aníbal ofreció a los habitantes la posibilidad de rendirse y salvar sus vidas. Pero los saguntinos, en un acto de desesperación y orgullo, decidieron que preferían morir antes que vivir bajo el yugo de Cartago. Fue entonces cuando se tomó la decisión que marcaría la leyenda de Sagunto.
Los ciudadanos, liderados por sus magistrados, prendieron fuego a sus casas, a sus templos y a sus pertenencias. En un acto de sacrificio colectivo, se arrojaron al fuego, prefiriendo morir en las llamas antes que ser capturados o esclavizados por los invasores. Las llamas consumieron la ciudad, y con ella, las esperanzas de los saguntinos de vivir libres. Sagunto se convirtió en una pira funeraria, un símbolo de resistencia y de la tragedia que preludió la Segunda Guerra Púnica.
La caída de Sagunto tuvo repercusiones profundas. Roma, furiosa por la destrucción de su aliada, declaró la guerra a Cartago, dando inicio a uno de los conflictos más famosos de la antigüedad: la Segunda Guerra Púnica. Aníbal, con su victoria sobre Sagunto, había encendido la mecha de una guerra que lo llevaría a enfrentarse cara a cara con el poder de Roma en el campo de batalla.
El sacrificio de Sagunto no fue en vano. La historia de su resistencia se convirtió en un ejemplo de coraje y lealtad, una lección de lo que significa luchar por la libertad hasta las últimas consecuencias. La ciudad, aunque destruida, fue recordada por los historiadores romanos y su legado perdura hasta hoy como un símbolo de la lucha desesperada contra un enemigo implacable.
El Viaje de la Escultura en Buenos Aires
Fue Eduardo Schiaffino, el fundador del Museo Nacional de Bellas Artes, quien en 1908 decidió traer esta obra a Buenos Aires. Inicialmente emplazada en la Plaza San Martín, la escultura enfrentó el juicio de la moralidad pública. Considerada demasiado impactante, fue relegada a un depósito en 1954. No fue sino hasta 1961 que volvió a ver la luz, esta vez en Plaza España, para finalmente hallar su lugar en el Jardín Botánico en 1974.
La escultura, de dos metros de largo por casi uno de alto, captura el instante fatídico de una madre que, tras sacrificar a su hijo, se quita la vida. El niño sostiene en su mano una rama de laurel, símbolo de gloria eterna y sacrificio heroico. Querol, nacido en Tortosa en 1860, supo plasmar en este monumento la desesperación y el valor de aquellos que prefirieron la muerte antes que la rendición.
Una Obra de Impacto Universal
Aunque la escultura en el Jardín Botánico es una réplica, no pierde ni un ápice de la fuerza original que le valió a Querol el primer premio en la Exposición Universal de 1888. La versión original se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid. Pero aquí, en Buenos Aires, los visitantes del Jardín Botánico pueden contemplar este tributo al sacrificio y reflexionar sobre los límites de la resistencia humana.
El Legado de Querol en el Mundo
La influencia de Agustín Querol no se limita a esta obra. En Madrid, muchas de las grandes esculturas llevan su firma: el monumento a Quevedo, los Pegasos del Ministerio de Fomento, y el Mausoleo de Cánovas en el Panteón de Hombres Ilustres, por mencionar solo algunos. Este legado escultórico que trasciende fronteras encuentra en Buenos Aires un rincón de profundo respeto y admiración.
En el Jardín Botánico, bajo la sombra de los árboles centenarios, Sagunto sigue recordándonos que, para algunos, la muerte es preferible a la rendición.
Agustín Querol Subirats
Agustín Querol Subirats (1860-1909) fue un destacado escultor español cuya obra se enmarca en el estilo neoclásico, aunque también abarcó elementos modernistas y simbolistas. Nació el 17 de diciembre de 1860 en Tortosa, una pequeña ciudad en la provincia de Tarragona, Cataluña. Querol se destacó por su virtuosismo técnico, su capacidad para captar el movimiento y la expresividad, y su habilidad para trabajar tanto en esculturas de gran tamaño como en pequeñas piezas de carácter más íntimo.
Formación y primeros años
Desde muy joven, Querol mostró un talento innato para la escultura. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, donde fue alumno de destacados maestros como José Aixá. Posteriormente, se trasladó a Madrid para continuar su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, uno de los centros artísticos más prestigiosos de España. Durante estos años, Querol perfeccionó su técnica y comenzó a desarrollar su estilo personal, caracterizado por una gran atención al detalle y una profunda búsqueda de la belleza ideal.
Carrera y obras destacadas
Querol comenzó a ganar reconocimiento a finales del siglo XIX gracias a su participación en diversos concursos y exposiciones. Una de sus primeras obras importantes fue La Gloria y los Pegasos, un grupo escultórico encargado para el edificio del Ministerio de Fomento en Madrid. Esta obra, terminada en 1904, se considera una de sus creaciones más emblemáticas y es un ejemplo perfecto de su habilidad para combinar la majestuosidad clásica con un toque de dinamismo y movimiento.
Otra obra destacada de Querol es El ángel caído, una escultura que representa a Lucifer en su caída desde el cielo, inspirada en la famosa pintura homónima de Alexandre Cabanel. Esta obra, que se encuentra en el Parque del Retiro de Madrid, es una de las esculturas más conocidas de la capital española y un símbolo del gusto por lo monumental y lo trágico que caracterizó buena parte de la obra de Querol.
Querol también realizó numerosos monumentos funerarios y obras conmemorativas. Entre ellos, destacan el mausoleo del general José de San Martín en Buenos Aires, Argentina, y el Monumento a Isabel la Católica en Granada. Estas obras reflejan su capacidad para trabajar en diferentes escalas y su habilidad para captar la esencia de los personajes históricos a los que rendía homenaje.
En el ámbito público, Querol fue muy solicitado para la creación de estatuas y monumentos conmemorativos. Sus obras no solo adornan Madrid, sino que también se encuentran en otras ciudades españolas y latinoamericanas. Un ejemplo notable es el monumento a Antonio Cánovas del Castillo, situado en la Plaza de la Marina Española en Madrid, que es otra muestra de su maestría en la representación escultórica.
Estilo y legado
El estilo de Querol está marcado por una influencia neoclásica evidente, aunque también incorpora elementos modernistas y simbolistas, especialmente en sus últimas obras. Su trabajo se caracteriza por la monumentalidad, el detalle exquisito y la capacidad para expresar emociones a través de la escultura. Las figuras de Querol a menudo transmiten un sentido de movimiento y vitalidad, lo que las hace destacar en el paisaje urbano y en los espacios públicos.
Además de su obra escultórica, Querol fue un profesor influyente, ocupando cátedras en diversas instituciones de arte en España. Su influencia se extendió a las nuevas generaciones de escultores que se formaron bajo su tutela.
Fallecimiento
Agustín Querol falleció el 14 de diciembre de 1909 en Madrid, a la edad de 49 años. Su muerte prematura dejó inacabadas algunas de sus obras, pero su legado perdura en las numerosas esculturas y monumentos que dejó. Querol es recordado como uno de los grandes escultores de su tiempo, un artista capaz de combinar la tradición clásica con las nuevas corrientes artísticas de finales del siglo XIX y principios del XX.
Obras principales
- La Gloria y los Pegasos (Ministerio de Fomento, Madrid).
- El ángel caído (Parque del Retiro, Madrid).
- Mausoleo del general José de San Martín (Buenos Aires, Argentina).
- Monumento a Isabel la Católica (Granada).
- Monumento a Antonio Cánovas del Castillo (Madrid).
Su obra sigue siendo admirada por su maestría técnica y su capacidad para captar tanto la grandiosidad como la humanidad en sus esculturas. Querol dejó una huella imborrable en el arte español y es considerado uno de los escultores más importantes de la historia de España.