El parque 3 de Febrero
El parque 3 de Febrero, en Palermo, hoy uno de los espacios verdes más importante de Buenos Aires, fue a fines del siglo XIX, lugar de grandes controversias. Allí estaba la casa de Rosas, allí su mejor enemigo Sarmiento imaginó la piedra angular de una nueva civilización y asistió a sus tropióiezos, allí Menem, cien años después, quiso imaginar un pasado sin conflictos. La casona de Restaurador, su demolicion para conjurarlo, el parque moderno, el «Sarmiento de Rodin» y hasta la ecuestre de Rosas. Todo eso y más, en un espacio saturado de significaciones.
El parque 3 de Febrero la mesa de Rosas y una de sus plumas
“En la noche fui a Palermo, tomé papel de la mesa de Rosas y una de sus plumas, y escribí cuatro palabras a mis amigos de Chile, con esta fecha: Palermo de San Benito, Febrero 4 de 1852. Era esta una satisfacción que me debía (…). Había cumplido la tarea.” Así cuenta el boletinero Sarmiento su entrada al caserón en la noche posterior a Caseros.
“Versailles bárbaro”
Entra satisfecho al “Versailles bárbaro” formando parte del ejército vencedor de Urquiza. Para su regocijo encuentra también unos apuntes que un soldado rosista le había robado semanas antes. Habían pasado por la vista del tirano, había quizás pensado –imagina Sarmiento– que él le zumbaba cerca, esperando su caída. Sin embargo, el presagio le es devuelto: los papeles están “amarrados con una ancha cinta colorada”. Ve en ello que al carro triunfante “le faltaban las tuercas de todos los tornillos”, vislumbra su alejamiento del caudillo entrerriano y su nuevo exilio. El punzó se negaba a desaparecer.
La vivienda de Rosas
La vivienda de Rosas ya había sido centro de varias polémicas. Los detractores del gobernador habían querido leer en ella un signo inequívoco de la barbarie y de la rusticidad. De nuevo Sarmiento toma la delantera: acusa “la desnudez de sus murallas, la falta de colgaduras, cuadros, jarrones, bronces y cosa que lo valgan”, las “habitaciones estrechas”, los “galpones de obra en las esquinas, hechos sobre arcos que reposan en columnas sin base, ni friso”, sólo aquel “bigotito de ladrillo salido que ponen loa albañiles en los arcos de los zaguanes”, y todo construido sobre un terreno cenagoso mal elegido y en esquina “como una pulpería”. Malicioso semiólogo, añade: “toda la novedad, toda la ciencia política de Rosas estaba en Palermo visible en muchas chimeneitas ficticias, muchos arquitos, muchos naranjitos, muchos sauces llorones”.
Centro de Buenos Aires
Rosas había elegido construir su residencia privada y su sede política en esos terrenos alejados para ese entonces del centro de Buenos Aires, pero con buenos caminos hacia el centro y hacia sus estancias. Una profunda transformación de suelos inundables había hecho del caserón el centro de un lugar que conjugaba producción, política y también parque público. La ausencia de jerarquías y de fronteras nítidas entre lo público y lo privado del caserón determinaba que los usos recreativos no fueran infrecuentes para los habitantes de la ciudad.
Caseros
Como es sabido, el sanjuanino tendría todavía mucho que decir sobre la suerte del edificio y de esas tierras después de Caseros. Rápidamente y suponiendo que el lugar era expresión de la tiranía vencida, proponía “someter a la cultura” a Palermo. Exposición agrícola, escuela de Artes y Oficios, Colegio militar, Liceo Naval fueron varias de las refuncionalizaciones de la construcción, dependencias estatales que se pretendían instrumento civilizatorio en un lugar construido por la “mano del despotismo”. Por acto de la Providencia, dice Sarmiento, Rosas sirve a su pesar. Entretanto, en 1875 se inaugura el Parque 3 de Febrero, espacio social utópico, donde todos los ciudadanos, sin diferencias, se darían cita. (En 1882 Sarmiento lo vive como fracaso: el parque “aún no forma parte de la vida de Buenos Aires”, sólo la gente de gala lo frecuenta.)
Carlos Thays.
No obstante, los trabajos sobre el parque siguen su curso de la mano de Carlos Thays. Pero los ladrillos del caserón siguen impávidos en su sitio. No por mucho más. En 1899 se vuelve intolerable esa mancha en un parque que cultiva el buen gusto. Es preciso abrir las perspectivas, dejar de estropearlas con ese “cuerpo chato y vulgar”, dice La Prensa. Quitar el siniestro recuerdo. Los jardineros de la civilización precisan liberarse del pasado, allanar el terreno, borrar las huellas y comenzar de nuevo.
El intendente Bullrich
El intendente Bullrich decide acabar con el edificio. (Experiencia familiar no le faltaba en eso de desbrozar y lotear la campaña para rematarla al mejor postor.) La controversia crecerá en los diarios. Fray Mocho, desde Caras y Caretas, defenderá la necesidad de que el caserón siga en pie. Aquellos arcos aún hablan, fueron la “pampa salvaje reclamando a cuchillo sus derechos” y ahora el criterio vengador –dice– borrará con la piqueta esa presencia por lo menos pedagógica.
Un espectáculo de dinamita “el sol de Caseros”
Se decide hacerlo a lo grande. Un espectáculo de dinamita que haga saltar por los aires cualquier vestigio. Una sola lección. El 2 de febrero a la noche, para que “el sol de Caseros” ya no encuentre ni su sombra. Asado y fiesta, bombitas eléctricas iluminando todo y un nutrido público que grita festivo cada aviso de explosión. Sin embargo, sus escombros no se convierten en naturaleza, porque la batalla sigue. La humareda levanta todo tipo de espectros: las entrevistas con el Restaurador, las visitas de Manuelita, el arroz con leche del sobrino Mansilla, los colgados de Aquino…
El conjuro
El conjuro no es aún completo. Sólo trece meses después, el 25 de mayo de 1900, una multitud vuelve a ocupar el terreno. Civiles y decenas de formaciones militares. Nuevas explosiones: salvas para festejar el acontecimiento. En la esquina que ocupaba el caserón se descubre la estatua de Sarmiento encargada al eximio Rodin. “¿Quién es ese Picio desgalichado”, de “frente deprimida”, “nariz ondulada”, “pelo largo”, “ojos hundidos” y una “pierna a la rastra”? Esperaban la silueta de un gigante y el escultor francés les devuelve un “abate del siglo quince”, un “burócrata cualquiera”. Nadie parece reconocer a Sarmiento. Una estatua equívoca e infiel que parecía una broma póstuma del suelo en el que se levantaba. Si “eso” no es Sarmiento, la identidad del sitio también quedaba en suspenso.
Casi cien años después Rosas vuelve.
Casi cien años después Rosas vuelve. Lo vuelven. En 1999 se construye su estatua ecuestre en Palermo, en diagonal a la de Sarmiento. Su cuerpo descansaba en suelo argentino desde hacía diez años, repatriado por Menem como prenda de unidad nacional, para “despedir un país viejo, malgastado, anacrónico” e “inaugurar el tiempo de la gran síntesis entre todos los argentinos”. Un consorcio amplio y sin discordias que incluía los primeros indultos que firmaba ese mismo año.
La construcción
El Parque que se inaugura en noviembre de 1875 es solo la 1ra. Sección (hoy Avda. del Libertador, Avda. Sarmiento, Avda. Casares y la antigua línea del Río poco más allá de Avda. F. Alcorta) y era parte de un vasto proyecto que luego de innumerables modificaciones, se presenta prácticamente acabado recién en 1933. Hasta 1864 la cartografía incluye aún el Parque de Rosas reproduciendo en líneas generales las plantaciones sobre el arroyo Maldonado que figuran en el plano topográfico de A. Sourdeaux de 1850 (del Parque de Rosas se incorporan no solo los bosques naturales sino la totalidad del sistema hidráulico de tomas de agua, canales de riego, exclusas y estanques compensadores que figura tanto en el plano de 1850 como en el relevamiento de 1874).
En 1867
En 1867 se publica el plano de Malaver en el que se incluye junto a la casa de Rosas un proyecto de Champs Elysées, atribuido al arquitecto Benoit. Entre el momento en que surge esta imagen emblemática y la publicación del plano de Saint-Yves (1887), primera representación fiel del parque efectivamente construido, se despliega la escena en la que se moverán técnicos, políticos y proyectos sobre un fondo de crecimiento urbano, de desarrollo del ferrocarril, de la federalización de Buenos Aires, del debate sobre el Puerto, del comienzo del proceso inmigratorio, en la década que marca el comienzo del fin de la Gran Aldea.
Ernesto Oldendorff
Los personajes fundamentales de la construcción de la primera etapa del Parque, responsables del trazado y su ejecución entre 1874 y 1876 son: Ernesto Oldendorff, prusiano, Director de la Dirección nacional de Agricultura desde su fundación en 1871, director de “Anales de Agricultura” entre 1873 y 1876, “primer alemán del Río de La Plata” como lo llamaba Sarmiento; Fernando Mauduit, botánico francés, jardinero del Parque, autor del “Tratado elemental del agricultura práctica” y “El jardinero Ilustrado”, secretario de la Sociedad Argentina de Horticultura; y Jordan Czelaw Wysocki, ingeniero polaco, nacido en 1839 y graduado en la Escuela Superior Técnica de Varsovia, uno de los constructores de las líneas férreas San Petersburgo – Varsovia y París – Bordeaux.
Argentina en 1867
Ya en Argentina trabaja, en 1867, en los ferrocarriles de Santa Fe, en 1872 en el proyecto Córdoba – Tucumán y en la Exploración al Monte Impenetrable y es autor de planos de delineación, relevamientos y trazado del Parque a pedido de Sarmiento.
Primeros Gorilas
Durante julio de 1874 las obras se desarrollan a un ritmo acelerado. Al margen del personal calificado, hay 374 jornaleros trabajando en el Parque. Se mantiene correspondencia con Europa para la compra de invernáculos, puentes, estanques, etc., la Sociedad Rural remite a Carlos Pellegrini varios libros especializados para su consulta y, sin embargo, en septiembre del mismo año, se convoca a un Concurso de Proyectos realizados sobre un plano y un programa elaborado por la Comisión Auxiliar. En el concurso participaron, entre otros, F. Forchel (jefe del jardín de aclimatación), Julio Dormal, Henry Chamagne, Próspero Lebeau.
Julio Dormal como ingeniero jefe de las obras
El 23 de noviembre se adjudica el primero premio al proyecto presentado por Adolfo Methfessel y Carlos Böermel, ambos vinculados directamente al grupo de técnicos y científicos alemanes que trabajaba con Sarmiento. Tanto el proyecto como sus autores son dejados rápidamente de lado y se contrata a Julio Dormal como ingeniero jefe de las obras a las que se da un fuerte impulso durante 1875 (al mismo tiempo se contrata la construcción del hipódromo se autorizan las líneas de tranvías y se concede a la Sociedad Rural el predio de exposiciones) inaugurándose la 1ª sección en noviembre del mismo año. Fiesta prolongada a la que asiste el 15% de la población de Buenos Aires. En tanto, entre 1874 y 1876 F. Forckel desarrolla el jardín de aclimatación en la quinta de Pinedo, claramente escindido en un parque de paseo y un área de cultivo.
En 1888 Carlos Kühne desarrolla el plano del nuevo jardín
En 1888 Carlos Kühne desarrolla el plano del nuevo jardín (parte importante del cual existe bajo el actual Botánico) combinando formas sinuosas y plantaciones regulares tal como sugerían los tratados franceses para adaptar los viveros a la nueva paisajística. Mientras tanto, se desarrollaba el antiguo zoológico que dirigiría E. L. Holmberg a partir del 88. En el mismo año 1888 se federaliza Buenos Aires y el Parque pasa a depender de la Municipalidad. Muere Sarmiento. Un parque urbano construido en Buenos Aires en 1874 y vinculado a un Programa Civilizador debía entrar necesariamente en relación con los tratados franceses. La obra de André era conocida y Sarmiento mantenía con él correspondencia ya en 1868.
“Traité Practique et didactique de l´art des jardins”
El “Traité Practique et didactique de l´art des jardins” de Le Baron Ernouf y J.C. Alphand y “Les promenades de París” se encontraban en 1874 en la Biblioteca de la Sociedad Rural. La presentación de proyectos de parques “irregulares” formando parte de una nueva genealogía del sentimiento, en general viene acompañada, en estos libros, por una serie de 10 técnicas de trazado, representación y construcción que constituyen un catálogo en el que se encuentran los elementos con que se compone el proyecto superpuesto al parque de Rosas.
1º sección
Sin embargo, la experimentación estética en la 1º sección, está estrechamente vinculada a las contribuciones tecnológicas y al espectáculo en su forma de Efecto; es decir a formas del aprendizaje metropolitano, mientras que, en las obras que se construyen de 1890 en adelante, la estética dependerá de la representación y estará ligada directamente al Estilo. La 1º Sección de construye sobre la base del mantenimiento de los árboles existente, el paseo de circunvalación, el sistema hidráulico, alguna referencia a lo pintoresco y la fascinación de la técnica y la velocidad: “Un chorro de luz eléctrica pasaba por sobre la cabeza del espectador a iluminar la avenida dejándolo a él en la completa oscuridad que esta luz sin reflexión deja a sus flancos”, dirá Sarmiento en 1875 entusiasmado por “el resplandor del espectáculo” dice un comentarista de la época. El ensanche sería en cambio una estructura consciente de representación.