Por Jennifer Jarak, Fundadora y Directora de Acciona por la Inclusión, www.accionainclusion.com
Las empresas que diseñan productos y servicios que brindan experiencias para todos acortan la brecha del desconocimiento sobre la discapacidad y colaboran en romper barreras culturales, de miedos y de desinformación.
Todos nacemos consumidores. La inclusión es una responsabilidad comunitaria y se requiere de una mirada amplia y abarcativa.
El objetivo de querer más y mejores clientes no tiene por qué estar disociado de buscar un efecto positivo en la comunidad en la que se convive. Toda empresa capaz de construir inteligencia emocional en su estructura, en la dirección de la inclusión y la diversidad, logrará una excelente repercusión en su entorno.
Y también incrementará sus ventas: el cúmulo de consumidores esperando que se acuerden de incluirlos es enorme y cada uno de ellos representa una ganancia potencial para la organización.
Las marcas se encuentran ante la enorme oportunidad de convertirse en agentes de cambio, de desafiar la discapacidad y generar aprendizajes en la persona, su familia y la sociedad. No se trata de esperar que surja una norma o que la ley lo exija: es hora de tomar conciencia y acción y de multiplicarla en los demás.
Los beneficios se producirán en dos dimensiones: la empresa tendrá más clientes fieles y satisfechos, será más competitiva y generará una mejor imagen de marca. Sus consumidores –en especial aquellos que no habían sido considerados en etapas previas- se favorecerán de mayores niveles de autonomía, superación, interacción, diversión y esparcimiento y, en última instancia, de felicidad.