Día del Trabajador: por qué se conmemora el 1° de mayo
En homenaje a los llamados «Mártires de Chicago» cada 1º de mayo se celebra el «Día Internacional de los Trabajadores». Esta es la historia y el origen del movimiento obrero organizado. Una jornada que une a cada persona trabajadora a lo largo y ancho del mundo.
El 1º de mayo de 1886, en Chicago -en los Estados Unidos- un grupo de trabajadores sindicalistas organizó una manifestación masiva con la finalidad de exigir el estricto cumplimiento de la norma que establecía la reducción de la jornada laboral por aquel entonces. Eran tiempos en los que se trabajaban normalmente de 12 ó 16 horas diarias, y los trabajadores organizados exigían que fueran 8 por jornada. La manifestación duró cuatro días y desencadenó violentos incidentes en la Plaza de Haymarket, de la mencionada ciudad estadounidense.
Y no fue una manifestación como cualquier otra, ya que decenas de trabajadores fueron asesinados por la policía, otros tantos cayeron detenidos, en tanto que miles de obreros fueron despedidos de sus lugares de trabajo por haberse involucrado directamente en lo que se denominó la «revuelta de Haymarket».
A modo de represalia, las autoridades locales condenaron a muerte a cinco de los trabajadores de la protesta sin tener pruebas -ni motivo alguno para hacerlo- en su contra. Los muertos y detenidos de esas turbulentas jornadas en pos de los derechos laborales fueron identificados como los «Mártires de Chicago».
Los manifestantes finalmente lograron su objetivo y meses después de los hechos, las empresas estadounidenses se vieron obligadas a acatar el cumplimiento de la ley que reducía las extensas jornadas de trabajo de los obreros y empleados de las fábricas.
El Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional de Francia instauró el 1º de mayo como «Día del Trabajador» tres años después, en 1889, como justo reconocimiento y recuerdo de los «Mártires de Chicago» y los miles de obreros que participaron en la masiva manifestación.
El discurso completo de Evita:
La jornada del 1º de mayo de 1952 quedó grabada, de manera indeleble e imborrable, en la memoria colectiva de la Argentina toda. No es que solo se celebraba el «Día del Trabajador» en el país y en el mundo, sino que esafue la oportunidad en la que María Eva Duarte de Perón, más conocida por el pueblo como Evita, daba su último discurso ante una verdadera multitud que la amaba.
«Mis queridos descamisados: Otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: «Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan». Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón, el líder del pueblo, el líder de la humanidad, porque ha levantado la bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no han conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán, porque aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo trabajador.
Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy, gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para servir de escudo en defensa de la vida de Perón.
Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que en las horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón. Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que sepan los traidores que ya no vendremos aquí a decirle «presente» a Perón, como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacer justicia por nuestras propias manos.
Hay mucho dolor que mitigar; hay que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y muchos que sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como la vida misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos momentos inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador.
Compañeras, compañeros: Otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores.
Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.
Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma».
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