Árboles en la Ciudad y sus copas cubren un 30% de la superficie aérea porteña.
Según el último Censo finalizado en 2018, en veredas y plazas porteñas habitan 431.326 árboles. Hay 423 especies arbóreas; el fresno americano lidera el ranking de especies seguido por el plátano y el ficus benjamina.
Conocer qué cantidad de árboles habitan la Ciudad, saber cuál es su distribución entre las 15 comunas porteñas, verificar la composición etaria del arbolado público e identificar las especies botánicas que tienen más presencia. Con estos objetivos, el gobierno porteño a través de la Secretaría de Atención y Gestión Ciudadana ejecutó, junto a un equipo de especialistas de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, un nuevo censo de arbolado urbano.
Con respecto al Censo 2010/2011, el arbolado de la Ciudad registró un crecimiento de 6.887 ejemplares y conservó en estado vital 424.439. Para alcanzar estos resultados, desde julio de 2012 fueron necesarios reemplazar además un total de 27.137 ejemplares por falta de vitalidad o situaciones de emergencia como tormentas.
Del total del universo relevado, unos 370.916 árboles son de alineación, es decir se encuentran en las veredas; y 60.410 árboles que habitan espacios verdes públicos, parques, plazas y jardines.
Hay que destacar que, con posterioridad a las tareas de relevamiento censal, el equipo de BA Arbolado en conjunto con las comunas plantaron 7.083 árboles que no fueron contabilizados, en tanto otros 1.400 que se encuentran en el Parque Indoamericano tampoco pudieron incluirse, razón por la que se estima que al día de hoy la población de árboles ya es superior a la medición oficial. Para 2019 se plantarán 12.000 árboles nuevos, que además de aumentar la cantidad total de árboles, modificará la composición etárea del arbolado.
El arbolado de la Ciudad se destaca por su biodiversidad, en las calles porteñas hay 423 variedades distintas de árboles, en tanto 359 se encuentran en espacios verdes. La mayor diversidad en veredas se produce por la acción de los vecinos que plantan en sus frentes variedades botánicas exóticas. El fresno rojo americano es la especie con más presencia, con 133.671 ejemplares, representa poco más del 36% del arbolado total. Oriundo de Estados Unidos, se introdujo en la Argentina en 1940 y se caracteriza por desarrollar un crecimiento rápido y maleable.
El ranking de árboles de la Ciudad continúa con el plátano y el ficus benjamina, con 32.531 y 24.102 unidades, respectivamente. El plátano es una variedad que presenta múltiples beneficios y por eso se la sigue utilizando en las grandes urbes de todo el mundo. Es un tipo de árbol con grandes cualidades botánicas dado su imponente tamaño y la extensión de sus hojas, aporta mayor sombra generando un entorno fresco durante el verano. Además, su follaje sustenta el polvo atmosférico y el hollín. Este árbol rústico, denostado por los alérgicos, es resistente a las tormentas y distintas inclemencias que presentan las ciudades.
Aunque no es recomendada para habitar en ciudades, el ficus benjamina es la tercera especie arbórea más extendida. La acción de sus raíces suele deteriorar las veredas y además, son propensos a sufrir el ataque de plagas, como la mosca blanca. Todos estos detalles son desconocidos por muchos vecinos que plantan de manera irregular esta especie que nunca fue aprobada en la Ciudad. Al respecto vale señalar que, a través de los canales de atención ciudadana, los vecinos pueden solicitar la plantación y que sólo personal técnico autorizado puede realizar intervenciones sobre el arbolado público.
Una mayor variedad de especies permite, además de aportar diversidad, disminuir el impacto de plagas o enfermedades. El tilo con 17.159 ejemplares, los 13.925 jacarandás y las tipas (9.465) son especies con amplia presencia que aportan características estéticas, aromáticas, poseen gran valor ornamental y sus raíces y copas se adaptan al lugar sin romper las veredas ni obstruir señales de tránsito.
Los ficus y otras especies no permitidas para habitar en calles son reemplazados progresivamente por los árboles aptos, en la medida en que se necesita removerlos por su falta de vitalidad. De hecho, según indica el último censo, los jacarandás, el crespón, y el liquidámbar, entre otros, registran un crecimiento importante de un 26%, 15,9%, 34,4% respectivamente, con respecto al último relevamiento.
Otros datos que arroja el censo de arbolado de 2018 refieren a la distribución de los árboles en las 15 comunas porteñas. Las comunas que reúnen la mayor cantidad de ejemplares son la 12, 11, y 9, las tres lindan con la provincia de Buenos Aires y se destacan por su gran extensión y la cantidad de espacios verdes que alojan. Los datos de densidad de árboles en relación a su superficie acompañan la estadística.
Los barrios de Coghlan, Saavedra, Villa Urquiza y Villa Pueyrredón agrupados en la Comuna 12 reúnen 38.824 árboles, lo que equivale a 2.489 ejemplares por km2. En la Comuna 11 -conformada por los barrios de Villa General Mitre, Villa Devoto, Villa del Parque y Villa Santa Rita- hay 37.349, unos 2.649 árboles por km2. Finalmente, la Comuna 9, integrada por Parque Avellaneda, Liniers y Mataderos, cuenta con 36.418 árboles, es decir 2.168 por kilómetro cuadrado.
La Comuna 8 fue la única que sufrió una disminución en su arbolado. Las razones se atribuyen a las fuertes tormentas que se registraron durante el 4 de abril de 2012. Este fenómeno meteorológico derribó y/o destruyó 79.700 árboles en toda el área metropolitana; particularmente en la Comuna 8, afectó a más de 7.000 ejemplares y volteó a 1.500 de ellos.
En cuanto al área cubierta por el arbolado urbano, un 30,85% del espacio aéreo de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra recubierta con el follaje de los árboles. Comparativamente, la Ciudad de Tampa en los Estados Unidos lidera el ranking de cobertura con un 36,1%; en tanto la Ciudad de Nueva York presenta un 28,13%; y Sidney un 25%.
La Ciudad de Buenos Aires cuenta hoy con un importante patrimonio natural en expansión que a menudo pasa desapercibido para los ojos de los porteños. El “bosque urbano” que crece en veredas y plazas es resultado del trabajo planificado por un equipo de profesionales de arbolado. La proyección para los próximos 30 años contempla un desarrollo planificado y sustentable de la población de árboles de la Ciudad de acuerdo a su composición etaria; su diversidad botánica; la aptitud de las especies arbóreas para habitar ciudades; y, finalmente, su disposición conforme al diseño paisajístico.
Canales de atención Arbolado
Los vecinos pueden solicitar al Gobierno de la Ciudad la plantación, mantenimiento y otras intervenciones sobre el arbolado público a través de la aplicación BA147, la web de gobierno buenosaires.gob.ar/solicitudes, llamando al 147 o acercándose a la sede comunal correspondiente de acuerdo a su domicilio.
Las especies son 36 y están incluidas en el Plan de Arbolado de la Ciudad
• Arce tridente (Acer buergerianum). Alcanza 40 cm de diámetro y se adapta a veredas de entre 2,20 y 3,60 metros.
• Fresno dorado (Fraxinus excelsior f. aurea). 40 cm y entre 2,20 y 3,60 metros de ancho de vereda.
• Crespón (Lagerstroemia indica). 30 cm y entre 2 y 3,60 metros de vereda.
• Fotinia (Photinia frazeri). 25 cm, y entre 1,80 y 2,80 metros.
• Ciruelo de flor (Prunus cerasifera atropurpurea). 25 cm, y entre 1,80 y 2,80 metros.
• Viscote (Acacia visco). 50 cm y 2,80 a 4 metros.
• Pata de Buey (Bahuinia candicans). 50 cm y 2,40 a 3,40 metros.
• Anacahuita (Blepharocalyx salicifolius). 50 cm y 2,60 a 3,80 metros.
• Fresno americano (Fraxinus pennsylvanica). 60 cm y 2,40 a 4 metros.
• Ligustro disciplinado (Ligustrum lucidum aureovariegata). 40 cm y 2,40 a 3,60 metros.
• Jacaranda (Jacaranda mimosifolia). 70 cm y 3 a 4,60 metros.
• Liquidambar (Liquidambar styraciflua). 60 cm y 2,80 a 4 metros.
• Tulipanero (Liriodendron tulipifera). 70 cm y 3,20 a 4,40 metros.
• Cedro misionero (Cedrella fissilis). 70 cm y 3,20 a 4,40 metros.
• Arce dorado (Acer saccharinum). 70 cm y 3,20 a 4,40 metros.
• Lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus). 60 cm y 3 a 4,60 metros.
• Plátano (Platanus x acerifolia). 70 cm y 4 a 7,40 metros.
• Tilo (Tilia moltkei). 70 cm y 3,80 a 7,40 metros.
• Ibira-pitá (Peltophorum dubium). 80 cm y 4,40 a 7,40 metros.
• Tipa (Tipuana tipu). 90 cm y 5 a 7,40 metros.
• Falso castaño (Aesculus hippocastanum). 60 cm y 3,20 a 4,40 metros.
• Pezuña de vaca disciplinada (Bauhinia variegata) 40 cm y 2,40 a 3,20 metros.
• Castaño (Castanea sativa). 60 cm y 3,20 a 4,80 metros.
• Catalpa (Catalpa bignonioides). 60 cm y 2,80 a 3,80 metros.
• Almez (Celtis australis). 60 cm y 3 a 4 metros.
• Arbol de Judas (Cercis siliquastrum). 30 cm y 2 a 3 metros.
• Ceibo de Jujuy (Erythrina falcata). 60 cm y 3 a 4 metros.
• Parasol de la china (Firmiana platanifolia). 60 cm y 2,80 a 3,80 metros.
• Arbol de oro (Ginkgo biloba). 60 cm y 3 a 4,40 metros.
• Palito dulce (Hovenia dulcis). 50 cm y 3 a 4,20 metros.
• Nogal criollo (Juglans australis). 60 cm y 3,20 a 4,40 metros.
• Platano Americano (Platanus orientalis). 80 cm y 3,80 a 6,20 metros.
• Lapachillo (Poecilanthe parviflora). 40 cm y 2,40 a 3,60 metros.
• Algarrobo blanco (Prosopis alba). 50 cm y 2,80 a 4 metros.
• Roble de Eslavonia (Quercus robur). 70 cm y 3 a 4,80 metros.
• Lapacho amarillo (Tabebuia chrysotricha). 50 cm y 3 y 4,40 metros.
• Palo Borracho, (Ceiba speciosa) 50 cm y 1 metro y 20 metros.
Árboles Prohibidos de la Ciudad de Buenos Aires
La Ciudad de Buenos Aires cuenta con una gran variedad de vegetación que es utilizada en los diferentes espacios verdes de acuerdo a sus características, atributos y aporte de beneficios ambientales; herbáceos, arbustos, árboles exóticos y nativos son los más usados en la city porteña.
Debido a ser un gran complemento de los árboles y el césped las plantas herbáceas y los arbustos son las más elegidas por los paisajistas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Si son nativas, además, aportan beneficios que favorecen la biodiversidad, son resistentes a plagas y enfermedades, de fácil reposición y bajo consumo de agua.
Algunas de las más utilizadas entre exóticas y nativas son: Euryops (margarita amarilla) y Buxus (boj), Pennisetum latifolium (cola de zorro), Agapanthus (agapanto), Clivias (clivias), Nasellas (stipa), Salvia guaranítica (salvia), Dietes (lirio africano) y Ophiopogon (pasto ingles).
Los árboles de tipo exóticos, aunque no son originarios de nuestro país o región, están bien adaptados al contexto urbano.
Entre estos, los paisajistas mencionan a: Fraxinus (fresnos), Musa paradisíaca (plátano), Tilia platyphyllos (tilo), Lagerstroemia indica (crespón), o Liquidambar styraciflua (liquidámbar).
Los nativos que se fueron incorporando desde las ecorregiones de Buenos Aires a distintos proyectos ya que favorecen la biodiversidad y ofrecen alimento y refugio a diferentes especies de aves e insectos son: Salix humboldtiana (sauce criollo), Ceiba speciosa (palo borracho), Peltophorum dubium (ibirá-pitá) o Jacarandá.
En Buenos Aires hay 421.718 árboles
Dos proyectos buscan multiplicar la población de insectos «benéficos»
Los cambios en el uso del suelo a través de la ganadería, los cultivos, la deforestación y el uso de insecticidas hicieron caer su reproducción. Dos iniciativas bonaerenses intentan recuperarlos por su función en el ecosistema como polinizadores y controladores de plagas.
«Guardianes de mariposas» y «Cazadores de vaquitas» son dos iniciativas de vecinos de la provincia de Buenos Aires que crían insectos considerados «benéficos» para la naturaleza y la vida humana por su función en el ecosistema como polinizadores y controladores de plagas, que se suman a proyectos como el del INTA dedicado a la cría de coccinélidos en Mendoza.
Agustina García Pena y Mery Surmani, líderes del grupo Guardianes de mariposas, convirtieron sus jardines del partido de Vicente López, en el norte del conurbano, en un refugio para esos insectos con plantas nectaríferas, otras hospederas y la construcción de mariposarios.
Todo comenzó cuando García Pena, que es maestra de jardín de infantes, recibió en la escuela en que trabaja la visita de especialistas en el tema que le dejaron mariposas disecadas.
«Tenían un tupper con orugas de la especie monarca (mariposa de colores naranja y negro y de mayor tamaño), me dejaron tres y un plantín de asclepia que es una planta hospedera en la que dejan huevos y después se alimentan. Averigüé en distintos viveros y me compré cuatro plantas más. Y ahí empezó el descontrol», contó Agustina en su casa.
El trabajo de Mery, su vecina, que llenó el jardín lindero con plantas para atraer a las mariposas y que puedan alimentarse, completó la propuesta.
Luego, ambas armaron el primer mariposario de forma casera, con un cajón rodeado de tul y empezaron a compartir en las redes lo que sucedía.
«Mucha gente nos empezó a preguntar cómo tenían que hacer para criarlas y comenzamos a profundizar el proyecto», recordó Agustina.
El trabajo de estas jóvenes consiste en «observar las plantas, esperar a que el huevo eclosione y cuando detectamos a las orugas las preservamos y criamos en el mariposario, dejando que algunas sigan su ciclo de forma natural porque forman parte de una cadena alimentaria, y una vez que se convierten en mariposas las liberamos».
Lucas Garibaldi, doctor en Ciencias Agropecuarias e investigador del Conicet, aseguró que la disminución en el ambiente de los «insectos benéficos se debe al cambio de uso del suelo; es decir, la forma que llevamos adelante la ganadería, los cultivos, la deforestación sumado a los insecticidas que los matan directamente».
«Los insectos benéficos contribuyen a la naturaleza y a la vida humana ya que el 70 por ciento de los cultivos y más de 28.000 plantas medicinales en el mundo dependen de los polinizadores como abejas y mariposas», afirmó Garibaldi.
Desde su experiencia, Mary sostuvo que «de forma silvestre solamente el 5 por ciento de las mariposas sobrevive debido a huevos que no prosperan, orugas que son depredadas por arañas, hormigas y avispas o crisálidas que son parasitadas».
Además, aclaró que «la monarca vive entre cinco y nueve meses, y entre que ponen el huevo y nace es un período entre 25 y 30 días», derribando la creencia de que esos insectos duran 24 horas.
Con respecto a su proyecto, Agustina destacó que «ya liberamos 670 monarcas, 60 espejitos (naranjas y negras pero de menor tamaño), una limonera (amarillas y negras) y estamos criando la limoncito (de tono amarillo suave y tamaño pequeño)».
Las jóvenes aseguraron que cualquier persona puede criar mariposas y que la clave «es armar el jardín en la terraza o hasta en el balcón, ya que registramos visitas de mariposas en un piso doce».
Rocío Ocampos, directora de la escuela rural nº44 «Provincia de Salta», ubicada en la localidad de Olavarría, montó junto con sus alumnos de primaria un criadero de vaquitas de San Antonio, cuya denominación científica es coccinélidos, a través del proyecto «Cazadores de vaquitas».
«En 2019 tuvimos una invasión de vaquitas dentro del salón y en el patio, lo que nos llevó a investigar en Internet. Vimos que su ciclo de vida era similar al de una mariposa y que una de ellas podía comer miles de pulgones en una temporada», detalló la docente.
Fue entonces que los chicos decidieron «ponerse el traje de científicos» y salir al patio de la escuela en busca de respuestas.
La preservación de los insectos fue difícil en los meses de invierno porque las vaquitas necesitan tener una temperatura mayor a 20 grados, por lo que fue vital el calor que aportó una salamandra.
«Nos dimos cuenta que el calor de la salamandra que subía a la altura donde ellas se refugiaban les permitía pasar el período invernal en estado adulto para poder dar vida a la próxima generación, en el proceso llamado letargo donde parecen muertas pero no lo están», explicó Ocampos.
Con ese desafío surgió Cazadores de vaquitas. «Tuvimos que agarrarlas, meterlas en frascos o bandejitas de plástico cubiertas de papel film y orificios, y alimentarlas con pulgones que se encontraban en la plantas y ver cómo era el proceso, desde cuando pone el huevo hasta hacerse pupa», detalló la directora.
Con el proyecto los alumnos de seis, siete y doce años «empezaron a criarlas en sus casas para liberarlas en sus huertas y en la del colegio, ya que hacen lo mismo que el insecticida pero le lleva más tiempo», remarcó Ocampos sobre la importancia educativa que tuvo la iniciativa.
«Los coccinélidos son depredadores que mastican a los insectos de cuerpo blando convirtiéndolas en una herramienta de control biológico de plagas, viven 30 a 60 días y una adulta pone entre 20 y 22 huevos por día», indicó Carla Chiandussi, ingeniera agrónoma del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la Estación Agropecuaria La Consulta, ubicada en la ex ruta 40, en Mendoza, donde se crían vaquitas de San Antonio.
Chiandussi junto a Silvina Panonto, integrante del mismo proyecto, impulsan también la cría casera de esta especie desde 2018, y realizaron pequeñas liberaciones de estos insectos.
«Lo fundamental ante las liberaciones es que haya una biodiversidad de plantas garantizando así la presencia de presas», dijo la especialista, que planteó el desafió de modificar la metodología de agro producción para que aumente la población de estas especies.
Cuando «el productor ve un pulgón y aplica un agroquímico desarrolla una actividad comercial pero hay que apuntar a otro tipo de agricultura, aunque no es una solución instantánea», apuntó.
En ese línea, Ocampos sostuvo que como la escuela rural tiene contacto directo con la naturaleza «el proyecto educativo tiene como objetivo la conservación y reproducción de la especie para la concientización del cuidado del ambiente utilizando las vaquitas para disminuir el uso de agroquímicos».
Por su parte, Surmani remarcó la importancia de las liberaciones de mariposas porque «son los segundos polinizadores más importantes del planeta» e insistió en la necesidad de «generar el ambiente para que puedan repoblarse; generar corredores biológicos, que son espacios donde puedan habitar».