A principios del siglo XIX, se estimaba que el 35 % de la población de Buenos Aires era de origen africano. Este grupo que entonces era tan numeroso no perduró hasta nuestros días, como sucedió en otros países. Sin embargo como cultura y etnia, generó sus propias costumbres, creencias, construcciones, vestimentas, bailes, música. Las razones hay que buscarlas en nuestro devenir y reconoce causas ideológicas, políticas y sociales pero lo concreto es que sus huellas comenzaron a hacerse imperceptibles a la mirada del resto.
Los relatos oficiales en las etapas de conformación del Estado-Nación y las construcciones culturales posteriores a la gran inmigración dieron forma a un imaginario de población diversa y predominantemente europea de origen que no los incluyó. Si bien el proceso histórico los desterritorializó y relegó, la cultura afro es parte de nuestra identidad, es un componente imperceptible que ha dejado pocas huellas materiales, pero una marca indeleble en la memoria colectiva.