El Café de Hansen de Palermo.

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El café de Hansen de Palermo

Se trata del Café de Hansen, una de las cunas del tango en la Ciudad. Funcionó entre 1877 y 1912 y aparece nombrado en tangos y películas. La usina, construida en 1883 por orden de Sarmiento, era para abastecer al Parque Tres de Febrero. Los que quieran ver más



El Café de Hansen surgió en la segunda mitad del siglo XIX, como un punto concurrido en el que se desarrolló la música ciudadana, a partir de su popularidad entre hombres y mujeres de dudosa reputación y «niños bien» aventureros, entre otros personajes de la época. El local fue demolido en 1916 cuando se imponían nuevos estilos en locales de consumo de alcohol y en el lugar se abrió la calle Belisario Roldán. El recuerdo en la cultura popular fue reforzado a través de la pelicula «Los muchachos de antes no usaban gomina», de 1937, que transcurría en el bar y tenía como uno de los principales personajes a la mútica «Rubia Mireya».

Partitura del tango «El Esquinazo»

Año de Declaración: 1994
Sitio: Lo de Hansen
Dirección: Predio ubicado en el Parque Tres de Febrero, Intersección de las avenidas Figueroa Alcorta Y Sarmiento
Norma: 48476
Texto de la Placa: «Aquí se reunían músicos, cantantes y bailarines de tango que contribuyeron a popularizarlo»

Historia: Este famoso y mítico lugar, que se conoció como Café de Hansen o Antiguo Hansen, funcionó entre 1877 y 1912 en la intersección de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento, en la esquina opuesta al Planetario.

Su dueño, un inmigrante alemán llamado Juan Hansen lo dirigió entre 1877 y 1892, año en el cual falleció. Lo sucedió por veinte años más el Sr. Anselmo Tarana.

Dice la leyenda que allí nació el tango y era famoso el sitio como local bailable. En realidad nada de esto tiene comprobación fehaciente y algunos historiadores sostienen que ni se cantó ni se bailó tango en época de J. Hansen.

El Café de Hansen ha pasado a la historia como «boliche» de mala fama. El film argentino «Los muchachos de antes no usaban gomina» lo situó en ese lugar del imaginario urbano.

Lo más verosímil es que, en época de su fundador, sus habitués hayan sido familias porteñas de buen pasar afectas a otro tipo de música. Ya en los comienzos del siglo, sus clientes eran más heterogéneos, el tango ya estaba instalado como música porteña. De esos años la crónica policial registra varios incidentes.
El más famoso de ellos produjo la casi destrucción del local, y fue a consecuencia de la prohibición de ejecución de un tango. Luego de la trifulca, el café ostentó un cartel que decía: «Prohibido ejecutar el tango El Esquinazo».

Este tango (letra de Pesce y Polito y música de Villoldo) es de 1902 y se popularizó rápidamente. La clientela solía acompañar con golpecitos de cucharitas, manos o de pies el segundo compás que decía: «Nada me importa de tu amor; ¡ golpeá no más!, (golpes) el corazón….etc».

Año de Declaración: 1994
Sitios de interés cultural
Sitio: Lo de Hansen

Café de Hansen, una de las cunas del tango en la Ciudad.

Funcionó entre 1877 y 1912 y aparece nombrado en tangos y películas. La usina, construida en 1883 por orden de Sarmiento, era para abastecer al Parque Tres de Febrero. Debajo de unos 50 centímetros de tierra continúa oculto el piso de uno de los reductos más célebres de la Ciudad. En el cruce de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento, frente al Planetario, un grupo de arqueólogos descubrió hace unos años los restos del Café de Hansen, inaugurado en 1877 y considerado como una de las cunas del tango, que se terminó de masificar en 1890. Allí, según describen algunas crónicas de la época, en las noches de milonga se podía ver a «la rubia Mireya», la que popularizaron Manuel Romero y Francisco Canaro en el tango «Tiempos viejos».

Es el mismo café en el que se prohibió tocar y bailar la milonga «El esquinazo», porque los parroquianos seguían el ritmo golpeando las copas con los cubiertos: «Nada me importa de tu amor, golpea nomás, el corazón me dijo. Que tu amor fue una farsa, aunque juraste y juraste que eras mía». Pese a su popularidad el café no se salvó de la picota y fue demolido por orden del intendente Joaquín S. de Anchorena en 1912. Así, buscando ampliar los accesos hacia el velódromo, el intendente terminó por derribar un café tan pródigo en leyendas y mitos como en contradicciones. Es que historiadores, arqueólogos, cronistas y aún testigos de la época no logran ponerse de acuerdo sobre quiénes frecuentaban el café y qué cosas sucedieron en la casona. Enrique Cadúcamo lo describió como «un salón de baile, concurrido por gente calavera de diferentes rangos. Era un ambiente bravo, pero muy divertido».

El compositor, uno de los preferidos de Carlos Gardel, delineó un perfil del lugar casi como si lo hubiera conocido. Pero Cadúcamo nació en 1900. «Habrá ido antes de su demolición, con menos de doce años de edad, o transmitió lo que alguien le contó? Otros aseguran que el lugar era frecuentado por la clase alta de Buenos Aires y que incluso no se bailaba tango porque estaba prohibido, como en todos los sitios públicos por aquellas épocas.

Lo cierto es que el café tuvo dos dueños que dejaron su impronta: “El propietario original, Juan Hansen, transformó la vivienda que se cree que fue una de las que tuvo Juan Manuel de Rosas en Palermo. Se dice que los parroquianos bailaban, sotto voce, en el patio trasero». El caserón le daba la espalda a Figueroa Alcorta y desde una galería y sus terrazas se podía ver, hacia el frente, el Río de la Plata. Para 1892 cambió de dueño y, ya con el tango instalado como un ritmo popular, hicieron su aparición orquestas, músicos y bailarines. Hoy sólo pueden verse, debajo de en una carpa que montó el Ministerio de Cultura porteña, los restos de una botella y un pequeño trozo del piso de ladrillos: «La idea es seguir excavando pero vamos a aprovechar el hallazgo para instalar la zona como un paseo en el que los vecinos conozcan el perfil que tenía la Ciudad en aquellos años».

A metros del Café de Hansen, cruzando Figueroa Alcorta primero y Adolfo Berro después, el mismo equipo de arqueólgos hallaron una red de túneles y sótanos que aún están en recuperación. Los túneles son de 1883 y eran parte de la infraestructura de la que sería la primer usina eléctrica de la Ciudad.

La orden de construirla fue de Domingo F. Sarmiento, cuando era director del Parque Tres de Febrero. «Por entonces no había un sistema centralizado de electricidad. Esta usina sirvió para iluminar el parque, inaugurado dos años después, y muestra la envergadura de la creación del paisajista francés Carlos Thays».

Los túneles tienen alrededor de un metro de diámetro y están revestidos con ladrillos, sostenidos por vigas de hierro. Y en medio de la tierra, los escombros y la humedad, los antropólogos auguran más descubrimientos. Ubicados debajo de la sede del MOA -Monumentos y Obras de Arte, en donde se restauran y reparan los monumentos de la Ciudad- la idea es que los túneles puedan ser visitados por la gente. Pero los trabajos recién comienzan.

Restos de un mítico café tanguero y túneles fueron encontrados en del Diciembre 2008

Debajo de unos 50 centímetros de tierra continúa oculto el piso de uno de los reductos más célebres de la Ciudad. En el cruce de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento, frente al Planetario, un grupo de arqueólogos descubrió restos del Café de Hansen, inaugurado en 1877 y considerado como una de las cunas del tango, que se terminó de masificar en 1890. Allí, según describen algunas crónicas de la época, en las noches de milonga se podía ver a «la rubia Mireya», la que popularizaron Manuel Romero y Francisco Canaro en el tango «Tiempos viejos»

Lo de Hansen, como llamaban a ese café que estaba en el Parque Tres de Febrero, fue una realidad. Hace poco se encontraron restos de sus cimientos en las cercanías de donde está el Planetario, en el cruce de las avenidas Sarmiento y Figueroa Alcorta. En aquellos “tiempos viejos” Sarmiento era la Avenida de las Palmeras y Figueroa Alcorta, avenida Casares. Existió hasta 1912, cuando lo demolieron. Y dicen que su comienzo hay que ubicarlo en 1881cuando un señor llamado Juan Hansen pagaba 24 pesos por el alquiler mensual de una casa que se usaba como local de diversión. Otros dicen que el boliche se estableció en febrero de 1887 como restaurante y confitería y que el dueño era Alberto María Mayer, un señor a quien el gobierno le había cedido ese terreno.

La realidad es que aquel lugar manejado por Hansen tenía una imagen durante el día, que cambiaba después de la hora 23. Allí, por las noches y en carruajes, mateos o a caballo, llegaba gente de distinto nivel social en busca de diversión. La referencia la marcaban las luces de los farolitos colgados en las glorietas de madreselvas y glicinas, desde donde se veía el entonces vecino Río de la Plata. La música (milongas, tangos, polcas, valses y pasodobles) era en vivo. Los animadores: Manuel Campoamor, Juan Carlos Bazán, Roberto Firpo y Ernesto Ponzio, entre otros próceres de la música porteña. Y cuentan que en el baile se lucían Ovidio o Benito Bianquet (El Cachafaz), El Pardo Santillán y hasta El Rengo Cotongo, un muchacho que usaba una muleta desde su niñez. Algunos historiadores afirman que hasta llegó a bailar y lucirse sin dejar la muleta a un costado.

El tema del baile en el lugar está cuestionado. Algunos señalan que en Lo de Hansen (o el bar de Antonio Tarana, como lo conocían también por otro comerciante que manejó el boliche) no se bailaba. Pero, al aludir a La Rubia Mireya, Romero no sólo dice que era linda sino que se formaba rueda pa’verla bailar. Entonces, si la vieron allí, ¿significa que Mireya existió? La leyenda tanguera sostiene que se llamaba Margarita Verdier o Verdiet, que era hija de inmigrantes franceses y que había nacido en Uruguay, por lo que también la conocían como “La Oriental”. Mencionan que vivió en un conventillo de Castro Barros al 400, en Almagro. Y que frecuentaba “los bailes de los compadritos”, como definían a las milongas bailables de entonces. No era la única en Lo de Hansen: además se recuerda a Emma Bóveda y Elsa O’Connor (fueron parejas de El Cachafaz) y a La Parda Esther (pareja de Santillán).

Pero la magia de Mireya (afirman que murió a los 85 años, enferma de tuberculosis, en el Hospital Muñiz) siempre atrajo más. El origen del nombre parece haber surgido tras un poema que escribió Fréderic Mistral, un francés que recibió el Nobel de Literatura en 1904. El poema se titulaba Mireio (en lengua de Provence). Al francés pasó como Mirelle y a Buenos Aires llegó convertido en Mirella. Para el arrabal fue Mireya. Los especialistas dicen que es una derivación de María y que significa “la maravillosa” o “la digna de admiración”. El nombre también apareció en 1923 en un sainete titulado “El rey de cabaret”, escrito por Manuel Romero junto con Alberto Weisbach. La diferencia es que en esa obra Mireya dejaba la noche, las burbujas y el tango y se casaba con un millonario. Otra referencia es la película “Los muchachos de antes no usaban gomina” (1937), con Mecha Ortíz en el papel de la bailarina. Y “La Rubia Mireya”, también con Ortíz, de 1948.

Los historiadores comentan que en Lo de Hansen hubo algunas peleas pero ningún muerto. Y cuando se recuerda el cuchillazo que recibió un tal Juan Carlos Argerich (murió unos días después en un hospital) por parte de Cielito Traverso (un guapo que era uno de los dueños del café O’Rondeman, en el Abasto), sostienen que el enfrentamiento ocurrió entre la arboleda de un boliche bailable conocido como El Tambito, que estaba a unos 50 metros de Lo de Hansen. Pero esa es otra historia.

COMENTARIOS

Primera vez que leo «Loco Cepeda». Hasta ahora la versión de Gardel de 1926 dice «El Loco Rivera», y la de Julio Sosa dice «El guapo Rivera» igual que Hugo del Carril y Néstor Fabian. Parise, ¿me puede decir quien lo canta diciendo «Loco Cepeda»?

Un comentario o acotación:
En la letra del tango original, no dice: LO LINDA QUE ERA…. en referencia a la Rubia Mireya……. sino dice….. LO LINDO QUE ERA… en relación a el baile, al espectaculo que daba….. SE HACIA RUEDA PARA VERLA BAILAR

MAS
El tango «Malena» tiene algunos versos que parecen confesiones, pero nadie sabe a ciencia cierta quién es la verdadera inspiradora de esa hermosa letra.

El caso de la «Rubia Mireya» es pura inspiración romántica del poeta, aunque, como en otros casos se intentó darle un cuerpo, un nombre y una vida real, es así que un periodista dijo conocer a la «verdadera Mireya», quien era una bailarina uruguaya llamada Margarita Verdier, conocida como «La Oriental», pero esa historia solo fue una anécdota mas.

El 21 de abril de 1923 se estrena un sainete compuesto por Alberto Weisbach (autor de la letra de «Los Dopados» que después dio lugar a «Los Mareados») y el poeta Manuel Romero (que compuso «Tomo y Obligo, ò «Quema esas cartas» entre otros) esta pequeña obra llamada «El rey del cabaret», tenía como protagonista a Mireya, una muchacha que disfrutaba de las noches bailando tangos, bebiendo champagne y conquistando corazones, la historia tenia un final feliz, donde Mireya se casa con un joven adinerado de buena familia.

Pero dos años después el mismo Manuel Romero escribe los versos del tango «Tiempos Viejos» donde la historia habla de la «Rubia Mireya» pero esta vez el con un final no tan feliz, esta historia también fue llevada al cine y la protagonista fue Mecha Ortiz

Letra del tango «Tiempos Viejos»

¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!
Eran otros hombres más hombres los nuestros.
No se conocían cocó ni morfina,
los muchachos de antes no usaban gomina.
¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!
¡Veinticinco abriles que no volverán!
Veinticinco abriles, volver a tenerlos,
si cuando me acuerdo me pongo a llorar.
¿Dónde están los muchachos de entonces?
Barra antigua de ayer ¿dónde está?
Yo y vos solos quedamos, hermano,
yo y vos solos para recordar…
¿Dónde están las mujeres aquéllas,
minas fieles, de gran corazón,
que en los bailes de Laura peleaban
cada cual defendiendo su amor?
¿Te acordás, hermano, la rubia Mireya,
que quité en lo de Hansen al loco Cepeda?
Casi me suicido una noche por ella
y hoy es una pobre mendiga harapienta.
¿Te acordás, hermano, lo linda que era?
Se formaba rueda pa’ verla bailar…
Cuando por la calle la veo tan vieja
doy vuelta la cara y me pongo a llorar.

Letra: Manuel Romero

Música: Francisco Canáro
Año: 1926