La sede del Automóvil Club Argentino: Testimonio arquitectónico de una era dorada

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La sede del Automóvil Club Argentino: Testimonio arquitectónico de una era dorada

El Automóvil Club Argentino fue fundado por Juan Abella, Dalmiro Varela Castex, Felix Álzaga Unzué, Alfredo T. Fernández Torres, Carlos de Álzaga, José Pacheco Anchorena, Alfredo Tornquist (banquero), Horacio Anasagasti, Juan Drysdale, Ubaldo de Sívori, Henry Thompson, Antonio de Marchi y Alfredo de Marchi, entre otros. Su primera sede estuvo en la calle Rodríguez Peña 178.

La sede central del Automóvil Club Argentino (ACA), ubicada en la icónica Avenida del Libertador, es un monumento a la historia del automovilismo y el desarrollo vial en Argentina. Construida entre 1941 y 1942, esta joya arquitectónica encierra el legado de los primeros autos que surcaban las calles de Palermo, y hoy sigue siendo símbolo de modernidad y arte.

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En la Avenida del Libertador, junto al Parque de Palermo, se levanta la sede del Automóvil Club Argentino (ACA), una obra maestra que, desde su construcción en los años 40, no ha dejado de captar miradas. Inspirada en instituciones europeas y nacida en 1904, el ACA fue más que un club: impulsó el automovilismo deportivo y dejó su huella en la infraestructura vial argentina. Desde la pavimentación hasta la señalización, pasando por la mecánica y el turismo, este bastión fue un pionero en el desarrollo de los caminos que recorren el país.

La obra, diseñada por figuras de renombre como Antonio U. Vilar y Jorge Bunge, refleja el esplendor de la modernidad y la funcionalidad. La fachada social, vestida en dolomita, resplandece con un propileo monumental y líneas puras que evocan lo mejor del estilo moderno. Por otro lado, la estación de servicio, de estética industrial, presenta rampas vehiculares curvas, un contraste perfecto entre lo social y lo mecánico, entre lo monumental y lo cotidiano.

El Plan ACA-YPF de 1936 fue un hito que unió los destinos del ACA y la petrolera estatal, permitiendo la expansión de caminos y servicios que fomentaron el turismo en un país en plena expansión. Esta colaboración llevó al ACA a ser mucho más que una institución: se convirtió en el corazón del desarrollo vial de Argentina.

No solo la arquitectura de esta sede es digna de admiración, sino también la rica ornamentación artística que decora sus interiores. Desde el busto de bronce del general San Martín, obra de José Fioravanti, hasta los altorrelieves inspirados en la historia del automóvil creados por Gonzalo Leguizamón Pondal, cada rincón de la sede narra una historia. Alfredo Guido inmortalizó la “Carretera Panamericana” en un mural que adorna el Gran Salón de Turismo, mientras artistas como Emilio Centurión y Dante Ortolani decoraron el Salón de Actos con un mural de 22 metros de longitud.

La sede del ACA es un reflejo vivo de la fusión entre arte y funcionalidad. Los frescos y paisajes de artistas como Emilio Basaldúa y Rodolfo Franco representan diversas regiones argentinas, desde las sierras hasta la costa marplatense. Estas obras de arte no solo embellecen el espacio, sino que también rinden homenaje a la diversidad y riqueza geográfica del país.

El ACA no solo contribuyó al desarrollo vial, sino que también marcó un antes y un después en el arte y la cultura argentina, al unir arquitectura, ingeniería y expresión artística en un solo lugar.