La fortaleza de los barrios reside en que los vecinos ven a ese pedazo de ciudad como algo propio. Para Emilio Sangil, natural de Lourido (Galicia, España), Palermo era suyo porque allá vio crecer su negocio durante 35 años. Eduardo Eurnekian, gran emprendedor de nuevos negocios, innovador y creador de riquezas, pensaba lo mismo. Los dos vecinos de Palermo llevaban décadas compartiendo una medianera y, a lo largo de los años, mantuvieron una disputa territorial que pinta la historia de todo el barrio.
Eurnekian comenzó con una empresa textil sobre Bonpland y en los 80 compró el El Cronista Comercial para transformarlo en un diario masivo. Entonces expandió su propiedad hacia la calle Honduras y abrazó todo el restaurante del Gallego.
Don Emilio recaló en Palermo a fines de los 70. Compró la esquina cuando, según sus palabras, el barrio era tierra de nadie. Puso el bar restaurante debajo de su casa y nunca le buscó un nombre.
Para la misma poca que el gallego atendía a obreros, mecánicos y operarios de la zona, Eurnekian llenaba su nuevo edificio con lo que sería su gran negocio: Cablevision. Quince años despues, vendería la empresa en 750 millones de dólares.
Mientras el Gallego despachaba sus increibles milanesas a la napolitana que rebasaban el plato, el negocio del cable crecia a tasas chinas, El Cronista se convertia en el primer diario en Internet y el canal y la radio America transformaban el boliche de Eurnekian en el primer multimedios argentino. El empresario no tardó mucho en darse cuenta de que necesitaria mas lugar y el Bar del Gallego era la figurita que le faltaba.
Cuentan que Eurnekian se apersonó en el bar. Esta es la imagen que mas me gusta recrear, es como el climax de una película. El magnate de traje oscuro perfecto, camisa blanca y apretada corbata amarilla, pelo crespo dominado por la gomina. El Gallego, algunos pelos achicharrados esparcidos en calva definitiva, encorvado y con los dedos retorcidos por la artrosis. Los dos frente a frente en una mesa del bar. Seco, cortante, el magnate hace su oferta irrechazable: un millon de dolares. El Gallego siente que lo insultan, le quieren sacar el trabajo de toda su vida para convertirlo a él en un mueble con renta vitalicia. Antes que vender, derribo todo y hago una plaza para los niños, dicen que dijo. Genial! El Gallego convierte una disputa comercial en un debate urbano, rescata la funcion social de su bar y, perdido por perdido, apuesta a la creacion de un espacio barrial.