Parque de la Memoria

El Parque de la Memoria y la eternidad de los nombres grabados

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El Parque de la Memoria y la eternidad de los nombres grabados

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Entre las aguas del Río de la Plata y el silencio pesado de la historia argentina, el Parque de la Memoria se alza como un testimonio arquitectónico y emocional del pasado reciente. Este espacio público de 14 hectáreas, inaugurado en 2007, guarda en sus placas de pórfido los nombres de quienes la dictadura cívico-militar (1976-1983) intentó borrar del tiempo.

Ubicado sobre la Avenida Costanera Norte, a pasos de Ciudad Universitaria, el parque ocupa un sitio que también comparte una cruel ironía geográfica: se encuentra próximo a uno de los aeropuertos militares donde se llevaron a cabo los vuelos de la muerte.

Un diseño con propósito

Diseñado por el estudio Baudizzone, Lestard y Varas, el parque no es solo un homenaje estático, sino un recorrido reflexivo. El núcleo es el monumento, compuesto por cuatro estelas de hormigón donde están grabadas 30.000 placas con los nombres de hombres, mujeres y niños desaparecidos o asesinados. Cada placa incluye la edad de la víctima, y algunas marcan casos de mujeres embarazadas, subrayando el horror sin concesiones.

El diseño mismo invita a cuestionar: ¿Qué significa recordar? ¿Qué peso tiene cada nombre cuando el río, silencioso, intenta tragarse la memoria?

De leyes y luchas

El parque no nació sin resistencia. Fue necesario un marco jurídico que consolidara su existencia. En 2009, la Ley 3.078 estableció al Parque de la Memoria como un espacio protegido, administrado por un Consejo de Gestión que incluye organismos de derechos humanos, la UBA y el Gobierno de la Ciudad.

Además de ser un sitio conmemorativo, es un recordatorio de las lecciones que el país debe llevar adelante: la justicia no admite plazos, y el olvido no es opción.

El desafío ético y la reflexión

Platón nos enseñó que la memoria es un bien preciado que el alma lleva consigo. Aristóteles quizás habría analizado la función del parque como un acto ético, un deber cívico hacia las generaciones futuras. Simone Weil, con su aguda perspectiva, podría habernos instado a evitar que la humanidad repitiera los errores que permiten que el mal prospere.

¿Es este parque suficiente para redimir el olvido? ¿O apenas un gesto que busca calmar conciencias?